Conmemora el aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi, precursor de la filosofía y la estrategia de la no violencia; es decir, el poder individual y colectivo de oponerse a la opresión, la injusticia y el odio de manera pacífica. Su ejemplo ha inspirado a muchas otras personas, entre ellas: Martin Luther King Jr., Václav Havel, Rigoberta Menchú, Nelson Mandela, Karman Tawakkul, Roberta Leymah, entre otras personalidades.
Aunque fue el artífice de la independencia de la India (1947), Mahatma Gandhi raramente es evocado por ese logro. En primer lugar, porque lo más inspirador de su figura no reside tanto en aquel fin como en los medios, es decir, en sus casi tres décadas de perseverancia en un activismo pacífico fundado en la no violencia y en la fuerza de las convicciones. Y en segundo lugar, porque sus metas siempre fueron mucho más amplias, y abarcaron la abolición de las castas, la justicia social, la transformación de las estructuras económicas y la concordia entre religiones, designios que convergían en el ideal de una profunda renovación ética y espiritual del ser humano.
Como reconocimiento y respeto hacia Gandhi, el 2 de octubre, las naciones del mundo cada año conmemoramos el Día Internacional de la No Violencia con la finalidad primordial de diseminar el mensaje y la relevancia del principio universal de la no violencia y el deseo de cada nación y cada persona de conseguir una cultura de paz, comprensión y respeto.
La no violencia no supone una aptitud pasiva ante los problemas. Se necesita valor para hacer frente a quienes usan la violencia para imponer su voluntad o sus creencias; para oponerse a la injusticia, la discriminación o al odio, y para exigir el respeto de la diversidad y los derechos humanos fundamentales; también para la defensa de los derechos sociales tan mermados en este momento. Se trata de una opción alternativa que pretende “humanizar” a la humanidad. Hay personas que no usan la violencia, ya sea porque les resulta física o psíquicamente difícil o imposible, o porque sus creencias religiosas, morales o éticas se lo impiden; sin embargo, la no violencia es mucho más que no ser violentos, es buscar alternativas para reducir el sufrimiento y el daño entre los seres humanos.
La no violencia implica por tanto, un compromiso por la transformación social y al mismo tiempo, un compromiso por la transformación personal. Históricamente, y por supuesto también hoy, se han venido utilizando diferentes formas de expresión de la no violencia; el rechazo y vacío a las diferentes formas de discriminación y violencia, la denuncia ante hechos de violencia, discriminación e injusticia, la desobediencia civil frente a la violencia institucionalizada, la organización y movilización social, el boicot a un producto o empresa, la superación de las raíces de la violencia en uno mismo, y el desarrollo de las valores humanistas …
Desde nuestro ámbito de actuación, la educación, debemos seguir recordando que prevenir la violencia es uno de los aspectos prioritarios de la educación en valores. La mediación, la solidaridad, el diálogo, el respeto a la diferencia son valores imprescindibles para trabajar en el aula, y fundamento para el aprendizaje de una cultura de paz y no violencia.